Mismo lugar, diferente energía. Todo cronometrado, las puertas a la zona de entrenamiento se abren con puntualidad, el regado automático se acciona a la hora señalada y los futbolistas salen a escena lentamente.
Todos aquí sabían que la oferta sería la misma que después de Arabia Saudita, apenas un puñado de minutos para ver a los futbolistas que ingresaron en el segundo tiempo ante México, más los que no saltaron al campo de juego.
Una actividad liviana, risas, ya nada de gestos de tensión y un aura diferente sobrevolando en esta Universidad de Qatar que en la mañana posterior al gran desahogo de la selección argentina.
Entonces, el diagrama del grupo será idéntico: “Rutina que funciona, no se toca”. Toda una tarde de familia, de afectos, de devolverles a los suyos el gesto de ayudarlos a pasar la pesadilla de Arabia Saudita.
A repetir las costumbres que “le permitieron” volver a ganar, aferrarse a ellas para “recuperar sus poderes”.
Mientras se escuchaba en diferentes idiomas cómo el conjunto nacional podría salir a jugar ante Polonia, la final que le queda en la instancia de grupo, justo en ese instante que algunos se preguntaba si Leandro Paredes regresará a la titularidad o Enzo Fernández estará desde el arranque, sacudió la modorra de una mañana cargada de una noche larga de mates y charlas distendidas, la imagen del capitán.
Mientras varios de los futbolistas que fueron titulares no se mostraron ante las cámaras, Lionel Messi salió a la cancha, como siempre, acompañado por Rodrigo de Paul.
No se sumó al resto del grupo, cruzó todo el campo a paso cansino, miró para un lado, apuró un sorbo de agua, como custodiando todo. Miró hacia las cámaras, se rio ante alguna palabra que se podía advertir de De Paul y detuvo su marcha a la sombra, lejos del sol invernal qatarí, que nadie tiene que envidiarle al verano de la Argentina…
Se sentó junto a De Paul en el césped, apoyó su espalda contra el alambrado, se quitó las zapatillas y ahora sí pareció poder cumplir con lo que venía a buscar aquí: disfrutar.
Si la selección argentina necesitaba una señal, la que dio Messi en la mañana posterior a romper el pánico escénico en esta Copa del Mundo es todo lo que necesitaba el grupo.
El líder a la vista, mostrando que algo cambió que parece que verdaderamente su frase “ahora volvimos a ser nosotros” tiene un peso real.