En el partido de Chascomús, las calles desiertas y las construcciones que quedan en pie proponen descubrir su historia.
Algunos tal vez recuerden la publicidad de dibujos animados que aparecía en televisión en la década del ‘80. “Ananá, frutilla, durazno”, cantaba el personaje y hacía referencia a la “siluetita” del cuerpo.
Así era el anuncio publicitario de los yogures descremados Gándara, una marca nacional de lácteos que supo competir en otros países.
En su catálogo incluían dulce de leche, manteca y quesos que fueron exportados a Estados Unidos, Italia, Arabia, Israel, México y Brasil.
La estación de Gándara conserva elementos originales de época.
Estos productos que deleitaban al mundo, salían de un paraje rural dentro del partido de Chascomús, en la provincia de Buenos Aires, que lleva el mismo nombre que se podía leer en las etiquetas.
En un principio, la localidad se fue poblando por la llegada del tren.
La estación, de arquitectura inglesa, se construyó gracias a latifundistas que cedieron sus tierras para que se pudieran instalar las vías del ferrocarril. Fue inaugurada el 14 de diciembre de 1865.
La fábrica, cuyos inicios se remontan a 1896, cuando una familia de inmigrantes vascos instaló un pequeño tambo en los alrededores del lugar, le dio a Gándara el impulso que necesitaba para convertirse en una localidad próspera, llena de posibilidades y esperanza.
La empresa nació oficialmente en 1928 por acción de una cooperativa de productores de la zona. Llegó a convertirse en un ícono en su rubro.
Los ’80 fueron sus años de gloria. Se procesaban cerca de 600 mil litros de leche diarios entre esta fábrica y la que estaba ubicada en Lezama. Alcanzó a producir 50 mil kilos de dulce de leche por día y contaba con 500 operarios.
Hoy la fábrica Gándara está abandonada.
Ese éxito era palpable en el lugar, la población crecía y la infraestructura también. Poco a poco Gándara llegó a alcanzar su máximo esplendor.
Del esplendor a la decadencia
Sin embargo, a principios de los ’90 con el fallecimiento del dueño de la empresa, Carlos Rodríguez, comenzó la decadencia para la marca y el final para el pueblo.
Los herederos se hicieron cargo por un tiempo del negocio y luego se concretó la venta a la italiana Parmalat, una multinacional cuyo fundador Calisto Tanzi, fue condenado a 18 años de prisión por malversación contable en 2003.
A raíz de este hecho, la marca quedó en manos de Sergio Taselli quien la compró a través de la Compañía Láctea del Sur, a sólo un euro, y con una deuda de 200 millones de pesos. Una semana después presentó convocatoria de acreedores.
Con el cierre de la fábrica, quedarse en el pueblo empezó a ser poco viable para los ciudadanos. El éxodo fue inminente.
Una de las tantas construcciones de Gándara, entre la frondosa arboleda.
Esta localidad bonaerense, que supo alzar su nombre y destacar entre las góndolas de los mercados del mundo, hoy está convertida en un pueblo casi fantasma.
En 2019 la firma Inversiones para el Agro (Ipasa) relanzó la marca Gándara con productos emblemáticos como leche, yogur y dulce de leche, pero los elabora en Pilar, por lo que ese renacimiento no le devolvió la vida al pueblo
En silencio
Las calles de Gándara están desérticas. No hay amontonamiento de autos, almacenes abiertos, personas yendo a oficinas o gente limpiando veredas. Todo es silencio. El pueblo próspero está vivo solo en la memoria de los antiguos pobladores.
El almacén de ramos generales está cerrado y la mayoría de las casas están abandonadas esperando en algún momento volver a cumplir su función mientras la naturaleza empieza a deteriorarlas y la maleza a invadirlas.
El lugar está ligado al recuerdo, a lo que alguna vez fue. Mientras hace 40 años atraía a empresarios y mano de obra, ahora pasa desapercibido a la vera de la ruta 2.
Las calles de Gándara, en silencio.
Nadie sabe precisar cuántas personas viven hoy en el lugar. Algunos sostienen que son pocas familias, otros consideran que habrá alrededor de 50 individuos. En los censos nacionales del INDEC de 2001 y 2010 se los denominó como población rural dispersa.
Lo cierto es que los habitantes, casi todos relacionados a la actividad rural, viajan 22 kilómetros a Chascomús, para poder satisfacer sus necesidades básicas.
No hay supermercado, bazares o un lugar donde ir a comer en Gándara. Aún así, su historia de éxito y desamparo cautiva a los visitantes que recorren las cuadras vacías.
La secretaría de Turismo de Chascomús informa que el convento San José es una de las visitas obligatorias. Su arquitectura conquista a los conocedores del rubro. Fue donado por doña Manuela Nevares de Monasterio y construido en base a planos del reconocido arquitecto Alejandro Bustillo.
El convento de San José funcionó como seminario, noviciado, entre otras cosas. Hoy está sin actividad.
Se inauguró el 21 de abril de 1940, aunque los primeros seminaristas llegaron entre marzo y abril de 1939.
Funcionó como seminario menor, filosofado, noviciado y teologado. En 1954 se dejaron de llevar a cabo actividades religiosas y cerró sus puertas definitivamente el 17 de abril de 1974, cuando fue vendido.
Es una de las estructuras que mejor se conserva, pese al abandono. Actualmente, hay proyectos de ponerlo en valor. Inversores tienen intenciones de convertirlo en un hotel.
La Capilla Nuestra Señora del Rosario es otros de los atractivos. También es un proyecto de Bustillo. Se inauguró el 26 de septiembre de 1938 y dos años después se anexó al seminario.
La escuela y la estación de tren
Hay solo dos cosas que mantienen la actividad diaria en Gándara. La escuela huerta granja Primaria Nº 21 25 de mayo, a la que asisten estudiantes de la zona y la estación de tren. El mobiliario de época, los carteles y objetos antiguos se mantiene intactos.
Así se ve la estación de tren de Gándara por dentro. Conserva todo el encanto de época.
Por esas vías pasa el ferrocarril que sale en Constitución con destino a Mar del Plata, aunque no para. En cambio, el servicio que hace Alejandro Korn- Chascomús y pasa dos veces por día, sí se detiene.
Personas de la zona sueñan con levantar Gándara y volver a darle el brillo que supo encandilar a emprendedores.
Un matrimonio de tripulantes de cabina de Latam que se quedaron sin trabajo por la pandemia en 2020 decidieron apostar por este lugar. Abrieron una cabaña llamada Refugio el Vergel y planean convertir a uno de los almacenes cerrados en una casa de té.
La riqueza de su historia y la nostalgia que provocan las construcciones sin uso lo convierten en un lugar con gran potencial turístico.
Desde el municipio de Chascomús y la provincia están en conversación para sumar a esta localidad al programa Pueblos Turísticos.
Miniguía
Cómo llegar: en auto, tomar la Autovía 2. Está a 120 km.
Dónde hospedarse: Refugio el Vergel. Es una cabaña con capacidad para 4 personas. La noche cuesta 6 mil pesos. Incluye ropa de cama, vajilla, juegos para chicos, dvd, películas, paleta, pelotas, entre otras cosas. Tiene parrilla y sector para fogón. Se puede pedir servicio de desayuno. Practican el ecoturismo. (Instagram: @refugioelvergel).
Dónde informarse: buenosaires.tur.ar